Desde su lanzamiento, con las generosas y brillantes presentaciones que le hicieron Sara Larraín y Cecilia Rovaretti (que agradezco en otra entrada en este sitio), mi nuevo libro Plantas que sanan ha sido adquirido por muchas personas. Hace tres domingos que viene apareciendo en los ranking de los 10 libros más vendidos. Estoy tan contenta por esta calurosa acogida que ha tenido, es como un sueño hecho realidad. El libro pareciera que solito estuviera desplegando una campaña de marketing aromático, con las plantas sanadoras adentro suyo haciendo su propio llamado aromático para que las vengan a conocer en su sabiduría. Es como si yo sólo fuera una intermediaria en su comunicación con los lectores.

No me extraña sentirme así con mi libro, pues así me he venido sintiendo yo, cada vez más, con mis plantas que sanan. Siento como que son ellas las que me convocan a mí, para ayudarlas – yo a ellas y no ellas a mí – a sanar, acurrucar y guiar a las personas.

Más que ninguna otra cosa lo que siempre sentí que quería comunicar con el libro es mi amor por esas plantas que sanan, para que otras personas abran también sus corazones a ellas. Todo parte por allí, por el corazón más que por el cerebro. Estoy convencida, por experiencia, de que podemos construir lazos de afecto profundo que nos comunican con ellas, y ver crecer ese afecto al compás de la práctica. Ese lazo sutil a mí me ha abierto impensados canales de comunicación con ellas, y para eso hay que ir más allá de la parte científica, más allá de la química.

Las propiedades químicas nos ayudan a curar lo físico, pero en el momento de tomar una decisión para un tratamiento, con el pasar de los años y el crecimiento de mi intimidad con las plantas me he dado cuenta de que ya no parto por esas propiedades. No es que las ignore, ocurre que para mí ya no es necesario dar ese paso de manera consciente, pues me sé de memoria las propiedades químicas de todas ellas y nunca podría recetar un aceite con propiedades equivocadas. Eso me permite concentrarme en el apoyo más sutil, en la caricia del alma y espíritu que esas moléculas aromáticas nos dan.

Por eso es que en el libro quise ponerle una frase simbólica a cada planta, y sobre todo a cada una de las moléculas aromáticas que las componen. Para así añadirle un significado más evocativo a esas moléculas aromáticas, cosa que mis lectores puedan conectarse con aquello afectivo y sutil que también nos ofrecen, y que es algo que tanto necesitamos. Pues las más de las veces no son sus constituyentes químicos lo que actúa con más impacto, sino que es el toque del aroma, con el espíritu, las memorias, la calidez y arrullo de sus moléculas, en nuestro corazón.

Sara Larraín presenta libro Plantas que sanan de Sylvia Galleguillos

Si la enfermedad está allí es porque le permitimos entrar. En la psico-inmunologia es crucial este aspecto. Recuerdo que en el Centro de Cáncer en Inglaterra, para ayudar a personas desahuciadas que ya no podían recibir más químicos, se les seguía ayudando con aromas, con esencias, con música, con la alimentación, en fin con la recuperación de sus sentidos. Lo lindo es que, fuera de mejorarles la calidad de vida y atenuar sus sufrimientos, que era algo que siempre ocurría, con ese enfoque holístico algunas personas incluso recuperaban su motivación para vivir. A veces hasta lograban, sin explicación médica, prolongar sus vidas más allá de todo pronóstico, por meses y hasta años en ciertos casos.

Si el sistema inmunológico anda débil, ¿por qué será? Sorprende saber que casi siempre el origen de esa debilidad no es fisiológico. Viene de un shock, de un miedo o una rabia, del desamparo, sentimiento de abandono y soledad. Es decir, de desánimos profundos que reverberan desde lo emocional hacia el sistema inmunológico, y es solo natural que aquél también entonces caiga en su propio desánimo, se debilite y pierda su voluntad y capacidad de defenderse.

Si a una persona que nos pide un tratamiento le administramos aceites sólo por los constituyentes químicos, no sanará ni tan rápido ni tan completamente. Pero si además procedemos buscando conectar al paciente con ese mensaje intangible, con esa memoria afectiva que nos envía la planta, con su ánimo y su alma aromática, si habrá una pronta y verdadera recuperación.

Al final de tanto recorrido por el bello mundo de la aromaterapia, he llegado a comprender que las plantas que sanan nos hablan, nos comunican, igual como comunica este libro acerca de ellas. Sus palabras son las moléculas aromáticas y los mensajes con ellas compuestos son los aromas que entre todas colaboran para generar. En esos sutiles y acariciadores mensajes están expresadas sus propiedades curativas más profundas y esenciales. Eso es lo que he querido con este libro comunicar.

Cecilia Rovaretti presenta libro Plantas que sanan de Sylvia Galleguillos